Dr. F. Soler
El odio mueve montañas, como dicen del dinero o del amor. Un sentimiento que, en ocasiones, consigue cegarnos hasta límites insospechados. Sinceramente, el odio me parece un sentimiento extremo. Las personas pueden caerte mejor o peor, herirte e incluso molestarte. Pero, ¿dónde está el límite? ¿Dónde está la línea que dictamina que una persona es digna de ser odiada? ¿Cómo de grave tiene que ser lo que te hace una persona para sentir de verdad un odio irracional hacia ella?
En la vida cotidiana cuando decimos alegremente que odiamos a un profesor porque nos ha suspendido o a alguien porque se nos ha colado en el supermercado, ¿de verdad lo sentimos? Tanto el odio como el amor son sentimientos, en mi opinión, que se van gestando poco a poco. No hay odio a primera vista, por ejemplo. Este sentimiento, cuando está justificado, se produce por acumulación de emociones negativas. Sin embargo, decimos odiar a alguien cuando apenas lo conocemos. Esta foto es un perfecto ejemplo de ello. La mirada de Goebbels muestra un odio absoluto hacia una persona que no conocía de nada. Solo se enteró durante la sesión que era judío y la mirada emanó sola. ¿Te parece justo?
Un pequeño ejercicio para la próxima vez que asegures alegremente odiar a alguien. Piensa si de verdad lo merece. Reflexiona. Y puede que acabes descubriendo que solo te cae mal.
SE TE NOTA EN LA MIRADA
Autor: Laura Molina Hurtado
• Graduada en Periodismo por la Universidad Miguel Hernández de Elche
• Miembro del Equipo de comunicación de FacoElche 2014
• Jefa de Prensa SECOIR 2014
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