Cuenta la leyenda, que allá a finales del siglo XVII, en la abadía de Hautvillers, a escasos kilómetros de Epernay, en la región de Champagne, al norte de Francia, pusieron a cargo de la bodega de la abadía a un monje ciego que se llamaba Pierre Pérignon.
La abadía de Hautvillers era célebre por conservar los restos de Santa Elena, madre del emperador Constantino.
Se dice que Pierre era capaz de reconocer de qué viñedo procedía una uva con solo probarla.
Pierre Pérignon intentaba hacer vino blanco a partir de uvas de Pinot Noir (uvas tintas).
Para obrar este milagro; hacía una doble fermentación de la uva; una primera en barrica, y una segunda en la propia botella.
Estaba en ello, cuando una de las botellas estalló debido a las burbujas producidas por la fermentación del vino; Pierre probó el contenido de aquella botella y llamó a sus compañeros gritando «¡Venid pronto, estoy bebiendo estrellas!»
Desde entonces se propuso conservar esas “estrellas” dentro de las botellas; para ello cambió el frágil cristal en que se conservaba el vino, por cristal inglés más resistente… y el tapón que se usaba hasta entonces de madera con esparto aceitado, por un tapón de corcho que vio que utilizaban unos peregrinos de San Feliu de Guíxols (en el bajo Ampurdán, Gerona) para tapar sus cantimploras…
Al resultado lo llamaron «vino de Champagne», puesto que se creaba en aquella región; pero finalmente se quedó sólo en Champagne (pronunciado «Champañ» en español).
A Pierre Pérignon se le concedió el título de «Dom» título honorífico que procedía de la palabra latina «Dominus», y se otorgaba a algunos monjes cartujos y benedictinos y que se anteponía al apellido (origen similar a la palabra «don» española, aunque esta se usaba para los nobles, y se anteponía al nombre de pila).
A Dom Pérignon, se le atribuye también el método de «assemblage» o mezcla de uvas.
El incremento en la venta de tapones de corcho por los fabricantes de La Seva y el Ampurdán (Gerona) a los viticultores de Champagne, alertó a los viticultores catalanes, que empezaron a preguntarse “¿Què faran aquests franchutes?” y a interesarse por el método champenoise.
En 1794, Jean Rémy Moët, hijo del prestigioso bodeguero Claude Moët, compró los viñedos la abadía de Hautvillers, y más tarde, incorporaría al negocio a su yerno Pierre Gabriel Chandon, creando las famosas bodegas Moët & Chandon.
En 1804 moría François Clicquot, hijo de Philippe Clicquot, fundador de las prestigiosas bodegas Clicquot en Reims. Todos pensaron que las bodegas cerrarían, pero no contaban con que su viuda Nicole Barbe Ponsardin, una mujer de apenas 1 metro con 48 cms de altura y sin ninguna experiencia en el mundo del vino, se convertiría en la primera mujer al mando en este negocio del vino (negocio que aún hoy sigue siendo machista), y sacaría adelante su famoso «Veuve Clicquot».
Nicole mejoró el método champenoise quitándole los sedimentos que hasta entonces llevaba el champán, poniendo las botellas inclinadas boca abajo y dándoles 1/8 de giro cada día, de modo que los sedimentos se acumulaban en el tapón y se retiraban al quitarlo y poner el corcho definitivo. Madame Clicquot, también fue la primera en poner etiquetas a las botellas, y las puso del característico color amarillo que llevan hoy, porque en Rusia (su principal cliente) y concretamente en San Petersburgo, todas las casas eran de ese color. A ello añadió un escudo con un ancla, que representaba su gran flota de barcos en los que transportaba sus vinos, y una estrella, que recordaba al cometa que fue visible durante 9 meses (de marzo a noviembre) en 1811.
A Madame Clicquot, se la conoce como “La gran dame de la Champagne”; aunque, posteriormente otras damas viudas como Louise Pommery (en el siglo XIX), Camille Orly Roederer o Lily Bollinger (ya en el siglo XX) decidieran seguir su ejemplo.
En 1868, llega la Filoxera a Francia, alojada en unas uvas de la variedad «Isabela» procedentes del estado de Georgia (EEUU), y causa estragos entre las vides francesas, lo que favorece a los viticultores españoles que ven aumentadas las exportaciones de sus vinos a Francia y otros países. Diez años después, la filoxera también llegó a España, pero para entonces, ya contábamos con una solución; el injerto de viñas autóctonas con pies de vides americanas, mucho más resistentes al insecto.
En Sant Sadurní d’Anoia un grupo de viticultores que se autodenominaban irónicamente «Els set savis de Grècia» entre los que destacaban Marc Mir y Manuel Raventós (propietario de las bodegas Codorniu), apuestan por renovar sus viñedos, y enfocarlos a la elaboración de Champán.
A finales de los años 20, Moët & Chandon, decidió homenajear a aquel monje ciego, inventor del método champenoise, dándole su nombre a su mejor champán.; «Dom Perignon”.
Durante años y años, Francia reclamaba el nombre de «Champagne» para los vinos creados en Francia según el método champanoise; y finalmente el «Consejo Regulador de Vinos Espumosos, decidió en 1972 denominar «Cavas» a los vinos españoles creados por ese mismo método.
¡En fin: Chinchín!
Por cierto; la expresión «Chinchín», no es, como afirman en muchos sitios, la onomatopeya de dos copas brindando (eso sería algo así como: «clin – clín»); al parecer procede del chino; y he encontrado dos posibles orígenes; uno se refiere a la dinastía Ts’in (de la misma de la que procede el nombre de «China»); y la otra procede del chino pequinés y significa algo así como «por favor, por favor» (Igual la cristalería china era extremadamente cara y los chinos decían esto cuando veían a la gente entrechocar sus copas!!!)
Nuestra cristalería no es tan cara… así que brindemos sin miedo con champán o con cava:
¡Chinchín!
Imagen de portada: Buenas Dicas buenasdicas de Pixabay
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