Al igual que La Casera, el primo de Zumosol, el Jerez y tantíiiiiiiisimas cosas más, Papá Noel es otra tradición que nos han quitado, y somos tan tontos que ahora la adoptamos como si fuera una tradición yanqui cuando, (cada vez estoy más convencido) los yanquis no tienen ninguna tradición que no hayan copiado a otros países.
Todo empezó hace muchos muchos años; concretamente en el año 280 en Patara (en la actual Turquía), que entonces formaba parte del imperio bizantino. En aquel entonces, nacía un precioso niño a quien sus papás llamaron Nicolás. Nació en el seno de una familia acomodada; su padre era comerciante en el mar Adriático, y soñaba con que su hijo siguiera sus pasos de mayor; en cambio su madre soñaba con que su hijo fuera sacerdote como su tío.
Una epidemia de peste se los llevó a los dos, y el muchacho, conmovido por las desgracias que veía a su alrededor, repartió sus bienes entre los necesitados y fue a parar a Myra, donde su tío ejercía como sacerdote.
A los 19 años tomó los hábitos y fue ordenado sacerdote. Desde entonces se dedicó a hacer el bien; cuentan de él multitud de historias, y algunas de ellas, seguro que os resultan familiares.
Cuentan que una vez, un hombre pobre se lamentaba de que no podía dar dote a sus tres hijas, con lo que no podría casarlas y quedarían solteronas; Nicolás, enternecido por la historia, entró una noche por la ventana de la casa y dejó en los calcetines de las niñas que estaban colgados secándose junto a la chimenea, una bolsa de oro para cada una (de ahí proviene la costumbre de dejar calcetines colgados en la chimenea. Supongo que la historia habría sido muy diferente si lo hubieran sorprendido en plena noche entrando en la habitación de unas pobres niñas…
Otra historia cuenta que una vez liberó a un niño etíope que iba a ser vendido como esclavo en el mercado de Myra; el nombre del pequeño era Petrus, (es decir Pedro, o Pedrito), y el niño, agradecido, decidió acompañar y servir a Nicolás.
A su muerte, fue enterrado en Myra, y al cabo del tiempo fue santificado (San Nicolás de Myra) y se le nombró patrono de los marineros.
En 1087, cuando los musulmanes invadieron Turquía, los cristianos lograron rescatar sus reliquias y las llevaron a Bari, donde siguen estando hoy en día. De ahí que actualmente se le conozca como San Nicolás de Bari.
En 1442, Alfonso V de Aragón conquistaba el Reino de Nápoles (con Bari incluido), y más tarde, la ciudad pasaría a pertenecer a España hasta el siglo XVIII.
Entre 1516 y 1714, también pertenecían a España los Países Bajos, Luxemburgo y Bélgica. Así fue como, en los Países Bajos españoles, se creó la leyenda de San Nicolás, o como ellos lo llaman en neerlandés: Sinterklaas.
Según la tradición, Sinterklaas llega a Holanda cada 5 de diciembre (y a Bélgica cada 6 de diciembre), en un barco de vapor procedente de España y montado sobre un caballo blanco; viste sus ropas episcopales (mitra, capa roja y cayado dorado) y le acompaña un personaje llamado Zuarte Piet (Pedrito el negro en Neerlandés), y él es el que se encarga de bajar por las chimeneas para dejar los regalos en los zapatos de los niños; probablemente, por ello acabó vistiendo ropas de deshollinador.
La tradición se mantuvo durante siglos. Tras la liberación de Holanda en la Segunda Guerra Mundial por tropas canadienses, los aliados ayudaron a organizar la primera fiesta de Sinterklaas tras la guerra, y, para una mayor participación, decidieron que no hubiera un solo Zuarte Piet sino varios ayudantes de Sinterklaas (que más tarde, en su versión americana serían los duendes).
En la ciudad norteamericana de Nueva Ámsterdam, los colonos holandeses seguían celebrando su Sinterklaas; y, posteriormente, cuando la ciudad fue tomada por los ingleses y cambió su nombre por el de Nueva York, se siguió conservando la tradición.
En 1809, el escritor Washington Irving, escribió una sátira, “Historia de Nueva York”, en la que cambió el nombre de Sinterklaas por la versión más acorde con la pronunciación inglesa “Santa Claus”.
En 1823, el poeta Clement Clarke Moore, publicó un poema basado en este personaje, pero en lugar de en un caballo blanco, decidió que fuera transportado por un trineo tirado por renos, incluido Rudolph.
Hasta entonces, Santa Claus era representado más o menos con la imagen del verdadero San Nicolás, es decir, delgado, con su mitra… pero en 1863, un dibujante alemán llamado Thomas Nast, que colaboraba en unas tiras navideñas, decidió que Santa Claus fuera obeso y muy parecido a como lo conocemos en la actualidad.
A mediados del siglo XIX, el Santa Claus americano, pasó a Europa, y en Francia pasaría a ser conocido como el papá de la navidad o Papá Noel (en francés).
A finales del siglo XIX, una compañía norteamericana de frigoríficos, la “Lomen Company”, decidió utilizar a Santa Claus para su publicidad, y para ello, hizo que Santa Claus viniera desde el Polo Norte (en lugar de desde España).
Posteriormente, en 1931, fue la compañía Coca-Cola la que decidió utilizar a nuestro personaje para su publicidad, y encargó al pintor Hadbon Sundblom que hiciera su aspecto más humano; aunque debo decir que es falso que los colores blanco y rojo se usaran para hacer la vestimenta de Papá Noel más parecida al logo de Coca-Cola, ya que en realidad, se han conservado los colores rojo (de la capa) y blanco (de la vestimenta) que usaban los obispos en Myra.
Con la leyenda ya hecha surgen todas las cosas a su alrededor y por supuesto todo el aparato propagandístico que, como decíamos al principio, hacen que parezcan como propias las costumbres que importaron de la cultura europea. No obstante recibámoslo con una sonrisa y participemos de las bromas comunes al hecho y su cultura, como la que vemos en este video:
Acabamos con unas curiosidades que ratifican el origen español de la tradición. En la actualidad en Holanda se sigue celebrando el Sinterklaas, que llega desde Madrid en un barco a vapor, que por cierto se llama SPANJE (España en holandés) y que navegando por el río Manzanares, ¡desemboca en el mar Cantábrico! Muy duchos en geografía no están los holandeses, pero… ¡Qué más da!
En Embden (Baja Sajonia), viene en trineo desde Gijón (Asturias), regalando botellas de sidra y frixuelos a los niños que se portan bien, y a los que se portan mal les regala cerveza rancia y salchichas alemanas.
Así pues, sea madrileño o asturiano… ¡Viva San Nicolás!
Autor: José Samper Giménez
• Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Alicante
• Oftalmólogo de la Clínica Oftalmológica Dr. Soler
• Oftalmólogo del Hospital General Universitario de Elche
• Colaborador en ONGD Anawim.